- agosto 10, 2021
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Dos especialistas de aviación cuentan las ventajas y desventajas de esta política de liberación
Cuando una aerolínea extranjera tiene planes de operar en el mercado ecuatoriano o pretende ampliar sus frecuencias, debe solicitar permisos a las autoridades aeronáuticas de Ecuador y de su país de origen.
Las frecuencias se otorgan dependiendo de la disponibilidad que existe, pues actualmente hay límites, dependiendo del país. Así, por ejemplo, Estados Unidos ya tiene asignadas entre sus aerolíneas las 120 frecuencias que pueden operar en Ecuador.
Ese limitante de frecuencias se liberaría en ambos mercados si Ecuador y Estados Unidos logran concretar un acuerdo de cielos abiertos, un modelo que permite la libre explotación de derechos aerocomerciales internacionales entre dos países o un conjunto de naciones, según especialistas en aviación.
Ecuador tiene desde el 27 de diciembre de 2017 una política de cielos abiertos, cuando el gobierno de Lenín Moreno declaró la plena liberalización del transporte aéreo.
No obstante, un acuerdo basado en esa política no se ha concretado con Estados Unidos debido a que esa nación requirió el retiro del impuesto a la salida de divisas (ISD), un tributo del 5 % que lo pagan sus aerolíneas cuando sacan dinero de Ecuador a sus casas matrices.
El gobierno de Guillermo Lasso ha anunciado un desmonte de ese impuesto por sectores y el primero será el aéreo. Con ello, quedaría libre el camino para un acuerdo de cielos abiertos no solo con Estados Unidos, sino con otros países que piden un trato recíproco y que no tienen este tipo de impuestos que grava la salida de capitales.
Sebastián Reina, abogado especialista en asuntos de aviación, explica que lo más cercano que tiene Ecuador al concepto de cielos abiertos está en el área de la Comunidad Andina, donde no hay límites de frecuencias ni de los equipos que se usan para volar.
Fuera de esta área tiene acuerdos bilaterales con varios países como Argentina, México, Brasil, España, Holanda, entre otros, pero que no están propiamente bajo el modelo de libertades de cielos abiertos.
Reina indica que en el caso de Estados Unidos hay un acuerdo que data desde 1986 y que se ha venido actualizando en el tiempo, pero con la restricción de 120 frecuencias por cada país.
“Un acuerdo de cielos abiertos ya no tiene ese límite de frecuencias, de las aeronaves que se usan para los vuelos y tampoco en los acuerdos comerciales a los que puedan llegar las aerolíneas”, afirma el especialista.
Retirar el ISD en el sector aéreo representa $ 14 millones menos en el recaudo para el Estado, pero las autoridades y la industria refieren que se ganaría más atrayendo otras aerolíneas que muevan el turismo.
José Luis Aguilar, subsecretario del Transporte Aéreo del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, dice que con Estados Unidos hay 15 destinos, entre directos y compartidos, pero cuando se firme el convenio de cielos abiertos se podría tener frecuencias a 150 ciudades de Estados Unidos.
La Asociación de Representantes de Líneas Aéreas en el Ecuador (Arlae) refiere que las empresas que ya operan en el mercado podrían también aumentar sus frecuencias, pues el mercado se vuelve atractivo ante la eliminación del ISD, que permite bajar los costos de las compañías.
El ISD grava actualmente los capitales que las sucursales de las aerolíneas sacan al exterior, a sus casas matrices, para el pago de leasing (renta) de los aviones, mantenimientos, seguros, salarios de tripulaciones, y otros rubros.
Para el Gobierno el beneficio no solo pasa por la posibilidad de aumentar la conectividad con nuevas rutas, sino de poder además tener precios de boletos más competitivos. Y esto último no depende de que se dicten las tarifas, más bien es un asunto de oferta y demanda.
Contar con más aerolíneas va a terminar influenciando en el costo de los pasajes aéreos, según Aguilar.
Reina coincide en este aspecto, pues dice que la diversidad de oferta hace que en mercados como Estados Unidos haya pasajes económicos para los viajeros.
Chester Salazar, abogado especialista en aviación, sostiene que con un acuerdo de cielos abiertos se abre una competencia en igualdad de condiciones, con la posibilidad de que una aerolínea pueda abrir oficinas en el país y disponer de los beneficios actuales sin restricciones.
También menciona que las aerolíneas podrían establecer acuerdos de cooperación económica, códigos compartidos, acceder a aeronaves de compañías de ambos países, con menos requisitos.
“Cuando podría haber conflictos, el acuerdo podría contemplar los procedimientos específicos y detallados para resolver las diferencias”, refiere Salazar.
A nivel de seguridad, un acuerdo podría permitir asistencia entre ambos países ante accidentes o incidentes.
Una de las desventajas que refiere Salazar de este tipo de acuerdos es que al liberar el mercado, las aerolíneas pequeñas tendrían dificultades para competir con las grandes multinacionales, que tienen una mayor capacidad.
“Con estos acuerdos se acaban los proteccionismos estatales, se compite por igual, pues se da la oportunidad de que venga quien quiera hacerlo”, dice.
Esa es la razón por la que algunos países que tienen sus aerolíneas de bandera nacional están renuentes a tener una política de cielos abiertos.